Frank Williams: el último mito

Frank Williams: el último mito

Frank Williams, figura emblemática de la Fórmula Uno, falleció este domingo a los 79 años. Fundó una de las escuderías más exitosas con una discutida política de priorizar el campeonato de constructores por sobre el de pilotos. Bajo su mando siete corredores lograron la corona mundial.

 

Tenía que ser un domingo. ¿Qué otro día de la semana podía ser? Si aquellos domingos de Grandes Premios su adrenalina estallaba en el interior del box. Atento, serio y concentrado frente al monitor. Siempre rodeado de sus fieles mecánicos e ingenieros. No tenía intercomunicador, cualquier “sugerencia” (léase orden) se lo decía al oído a uno de sus ayudantes para que lo transmitiera a Patrick Head que se encontraba en el Pit Wall. Era su brazo derecho y quién mantenía firme las riendas del equipo, pero Frank Williams era el jefe y tenía la última palabra.

 

Francis Owen Garbatt Williams, tal era su nombre completo, falleció en la mañana del domingo. Al momento de escribir estas líneas, la información suministrada por la familia y el equipo que fundara en 1976 era muy escueta: “Después de ser hospitalizado el viernes, Sir Frank se fue tranquilamente esta mañana, rodeado de su familia”.

 

Se necesitarán varias páginas, por no decir varios tomos, para contar la vida de uno de los últimos mitos vivientes de la era romántica de la Fórmula Uno. Fue el último “gran jefe” que disfrutó de los tiempos dónde la muñeca, los reflejos y los nervios de acero forjaban campeones o héroes de las pistas que los aficionados veneraban con devoción. También harán falta varios tomos para analizar su obsesión por transformar su apellido en sinónimo de éxito por encima de los pilotos que lo llevaron a la gloria.

 

Frank nació en South Sheelds, una ciudad del condado de Durhan (Inglaterra), el 16 de abril de 1942. Desde pequeño se sintió atraído por los motores y las carreras. Tuvo un breve paso como piloto y mecánico que financió con el dinero que obtenía de su trabajo como vendedor ambulante de alimentos.

 

A mediados de los años sesenta comenzó su trayectoria como dueño de equipo. En 1966 fundó Frank Williams Racing Cars que participó en los viejos campeonatos europeos de F2 y F3. En 1969 adquirió un chasis Brabham BT26A de F1 y se lanzó a la aventura de conquistar la Categoría Reina del automovilismo mundial.

 

El audaz proyecto del joven Frank superó todas las expectativas. Confió el auto a su compatriota Pierce Courage y en la segunda participación del equipo, en Mónaco, logró el segundo puesto. No sería el único podio aquel año, repetiría la misma posición en Watkins Glen. Su temporada debut como boss en la F1 cerró con dos segundos puestos, dos quintos puestos, un décimo puesto y cinco abandonos. Courage finalizó octavo en el campeonato con 16 unidades (Jackie Stewart ganó la corona con 63). Nada mal para el joven emprendedor de South Sheelds.

 

Al año siguiente tuvo el primer traspié. Se asoció con el empresario Alejandro de Tomaso para construir el chasis. El auto no rindió lo esperado. A los reiterados abandonos se sumó la trágica muerte de Courage en Zandvoort. Brian Redman y Tim Shenken, quiénes suplantaron al malogrado británico, poco pudieron hacer con aquel De Tomaso 505 Cosworth. La fatídica temporada 1970 terminó con el quiebre de la sociedad entre Williams y De Tomaso. Era el inicio de una etapa caótica para el equipo.

 

Entre 1971 y 1976, Frank Williams Racing Cars compitió en medio de crisis deportivas y financieras. Tuvo que contratar pilotos que pagaran por la butaca para aliviar las arcas del equipo. Para 1976, ahogado económicamente, Frank vendió el 60 por ciento de su organización al empresario petrolero Walter Wolf. La reorganización interna dejó a Williams como jefe de equipo de la rebautizada escudería Wolf Williams. La temporada fue un fracaso estrepitoso. Los ocho pilotos que subieron a los FW04 y FW05, a lo largo del año, no pudieron sumar ni un punto. Los malos resultados motivó a Wolf a imponer su posición como accionista mayoritario y despidió a Williams de su puesto. El británico, furioso, se desvinculó completamente del equipo que fundara vendiéndole su parte Wolf. Era un traumático final para la primera experiencia de Williams como dueño de equipo. No arrojaría la toalla. Comenzaría de nuevo y sin cometer errores.

 

1977. Junto a Patrick Head, su socio y cofundador del equipo Williams.
1977. Junto a Patrick Head, su socio y cofundador del equipo Williams. (Foto: Getty Images)

 

Decidido a continuar en la Fórmula Uno, convenció a un joven ingeniero que lo acompañara en la creación de una nueva escudería. El muchacho aceptó el desafío y entre los dos fundaron Williams Grand Prix Engineering. Ambos serían socios. Frank el estratega de carrera y Patrick Head el jefe de ingeniería. Se formaba una de las sociedades más sólidas y exitosas de la historia.

 

El año 1977 no fue un buen inicio. El March 701 Cosworth, confiado al belga Patrick Néve, trasitaba entre la mitad del pelotón y los abandonos en los once Grandes Premios que se inscribió el equipo (de dieciséis fechas que tenía la temporada). Cero puntos y todo indicaba que Frank continuaría con su mala racha. Todo cambiaría en 1978.

 

El segundo año del equipo Williams significó el despegue hacia el éxito. De la mano de Alan Jones, la apuesta de Head, comenzaron a sumar los primeros puntos. Nuevamente el circuito norteamericano de Watkins Glen le daría un podio a Frank (Jones terminó en segunda posición). El australiano cosechó 11 unidades que ubicó al equipo en el noveno lugar de la tabla de Constructores.

 

Frank Williams comenzaba a escribir sus páginas de gloria. Solo faltaba el primer triunfo en Fórmula Uno. Y esa tan ansiada victoria llegó en Silverstone ’79. Clay Regazzoni lo convirtió en dueño de un equipo ganador. Su FW07 cruzaba primero la meta y nada menos que en casa. Era el triunfo soñado y la punta de lanza para una seguidilla que sorprendió al Gran Circo. Luego de Gran Bretaña, Alan Jones lograría tres victorias en cadena (Hockenheim, Österreichring y Zandvoort); y una quinta en Montreal. Williams Grand Prix Engineering finalizaba segundo en Constructores.

 

Fue a partir de 1980 que Williams se consolidó como una escudería capaz de igualar, en organización, a la otra gran estructura de la F1: Ferrari. Lotus entraba en su etapa de decadencia, Brabham era un buen equipo pero no lo acompañaban los resultados, McLaren no encontraba el rumbo tras el título de James Hunt en 1976, Renault todavía estaba en formación y Ligier era el eterno candidato a conquistar la temporada pero se caía rápidamente. Frank Williams, Patrick Head y Alan Jones arrasaron ese año quedándose con el título de pilotos y constructores.

 

Desde 1980 hasta 1997, Williams era el equipo a vencer. Sin embargo, la escudería tenía una filosofía muy particular que siempre fue motivo de discusión. Frank no apostaba al campeonato de pilotos sino al de constructores. No le importaba que sus corredores finalizaran primero, segundo o tercero. Solo quería que su nombre estuviera en lo más alto de la tabla de equipos y demostrar que sus coches eran los mejores de la temporada. La política desplegada por Grove lograría nueve títulos de constructores contra siete de pilotos.

 

El mejor ejemplo fue la temporada ’81. Carlos Reutemann no contó con el apoyo del equipo para conquistar la corona en una temporada que había dominado hasta la última fecha. A la feroz interna con Jones (que contaba con el respaldo explícito de Head) se sumó que la escudería tenía asegurado el campeonato de constructores. El argentino siempre remarcó que era el único título que le interesaba a Frank y una de las causas que le impidieron consagrarse en Las Vegas.

 

1986. Junto a Mansell y Piquet semanas después del accidente que lo dejó hemipléjico.
1986. Junto a Mansell y Piquet semanas después del accidente que lo dejó hemipléjico. (Foto: Getty Images)

 

Esa obsesión le crearía una mala fama a su organización que, pese a los éxitos, no era muy amable en el trato a sus pilotos. Si bien el propio Williams mantenía un vínculo paternal con sus corredores, el equipo actuaba como una empresa. Frank controlaba el box pero Head los cuarteles generales en Grove. Williams podía mediar en un conflicto pero si Head tenía cruzado a un piloto, él no podría hacer nada. Le debía todo a Patrick. Era su hombre de confianza y quién apuntaló la escudería. Reutemann, Nigel Mansell, Damon Hill y Jacques Villenueve fueron algunos de los que padecieron los malos humores de Head.

 

Alan Jones, Keke Rosberg, Nelson Piquet, Nigel Mansell, Alain Prost, Damon Hill y Jacques Villenueve se alzaron con la corona a bordo de los autos de Williams. También le ofrendaron victorias Clay Regazzoni, Carlos Reutemann, Thierry Bousten, Riccardo Patrese, David Coutlhard, Heiz-Harld Frentzen, Ralf Schumacher, Juan Pablo Montoya y Pastor Maldonado. El venezolano fue el último piloto en ganar un Gran Premio para la escudería (España 2012). A esa altura, el equipo había dejado atrás sus años de esplendor y poderío.

 

Frank Williams y su organización comenzó a transitar la decadencia tras el título de Villenueve en 1997. La salida de Renault de la F1, su principal aliado en los noventa, caló hondo en el potencial del equipo. A principios del nuevo milenio tuvo una leve resurrección con la incorporación de BMW como motorista. Pero el dominio absoluto de Michael Schumacher y Ferrari en el primer lustro relegó a Williams a luchar por el tercer escalón del podio con otros equipos como BAR, Renault, Sauber o Jordan. Sir Frank, título que le fue concedido por la reina Isabel II en 1999, no pudo recuperar la competitividad de Grove que se encaminaba al ostracismo.

 

La debacle de su escudería no lo sumió en la tristeza. Cada inicio de temporada lo tomaba como un reto. Sabía lo que era sortear adversidades. Postrado en una silla de ruedas desde el ’86, producto de un accidente al volcar su auto particular que le comprimió las vértebras, sorprendió al mundo cuando regresó a los boxes para seguir dirigiendo el equipo con la misma fuerza y determinación de siempre.

 

Otro golpe del cual tuvo que reponerse fue la muerte de Ayrton Senna. El 1ro de mayo de 1994 es el día más oscuro de su carrera como dueño de equipo. La tragedia de Imola no solo disparó la crisis de seguridad en el automovilismo deportivo, también puso en debate la responsabilidad de una escudería en la muerte de un piloto. Williams y Head lograron desmarcarse de la muerte del brasileño dilatando los tiempos de la justicia italiana. Pero en 2007, un tribunal de Boloña determinó que el accidente que le costó la vida al tricampeón mundial fue producto de una falla mecánica al quebrarse la columna de dirección. Si bien la justicia no levantó cargos contra Head (director técnico) y Frank (dueño del equipo), fue una cruz que cargaron desde entonces.

 

Su hija Claire tomó las riendas de Grove tras el retiro de Williams en 2012.
Su hija Claire tomó las riendas de Grove tras el retiro de Williams en 2012. (Foto: Getty Images)

 

En 2012, con un equipo que no levantaba cabeza (la victoria de Maldonado era solo un oasis en el desierto), el viejo Frank dejó la junta directiva de Williams Racing. Comenzó a delegar funciones en su hija Claire quién terminaría liderando los destinos de Grove hasta su venta en 2020.

 

Poco a poco se fue alejando de los autódromos y se recluyó en el calor de su hogar. Cada tanto era requerido para alguna evocación del pasado. A esa altura era una leyenda.

 

Sir Frank Williams comandó un equipo que obtuvo 114 victorias, siete títulos de pilotos y nueve de constructores. Dedicó su vida para que su nombre, y solo su nombre, esté asociado al éxito deportivo. Fue un Boss que estuvo a la altura de Enzo Ferrari, Collin Chapman, Bernie Ecclestone o Flavio Briatore. Con aciertos y errores, supo comandar su organización y convertirse en referente de una Fórmula Uno que ya no existe y muchos añoran.

 

Fue el último mito viviente. No habrá otro igual.