Logró su cuarto título al finalizar quinto por delante de Norris. La carrera fue 1-2 de Mercedes con Russell venciendo de punta a punta y Hamilton remontando. Sainz terminó tercero con polémica incluída dentro de Ferrari.
No podía ser otro lugar que en Las Vegas para la cuarta consagración de Max Verstappen. Fue el título más laborioso del holandés, más que el primero que definió con Lewis Hamilton en 2021. Fueron doce fechas, desde la victoria en España, que debió administrar una diferencia con Lando Norris y evaluar carrrera por carrera el mejor escenario para salir airoso. Doce fines de semana donde Verstappen y Red Bull tenían que apostar fuerte, algunas veces con aciertos y otras con errores, pero al final del día los números cuadraban a su favor.
La sorpresiva victoria en Brasil, que incluyó la debacle de Norris, le dejó servido el campeonto. En la ciudad de los casinos hizo saltar la banca con el resultado menos probable de todas las opciones: terminar por delante de Norris. Verstappen llegó quinto y el británico sexto. Suficiente para ingresar al club de los cuádruples campeones, un reducido grupo integrado por dos ilustres: Alain Prost (1985, 1986, 1989 y 1993) y Sebastian Vettel (2010, 2011, 2012 y 2013).
La definición del título opacó el doblete de Mercedes. George Russell ganó una carrera que gestionó 50 vueltas en la soledad de la punta, mientras Lewis Hamilton remontaba desde la décima posición para subir al segundo escalón del podio. El 1-2 se vislumbraba desde los entrenamientos del jueves. Los W15 fueron superiores todo el fin de semana. Salvo algún problema de fiabilidad –que lo padeció Hamilton en la Qualy–, nadie podía hacerles sombra.
Russell se impuso como poleman en la primera curva: largó sin dificultad y tomó la cuerda. Su única amenaza, el español Carlos Sainz (Ferrari), desde el segundo lugar, perdió con su compañero Charles Leclerc. El monegasco, que largó cuarto, repitiendo la fórmula de Austin y México, ganó dos posiciones de un zarpazo. Se arrojó al interno superando al Alpine de Pierre Gasly y al madrileño. Sin embargo, no pudo dar caza al Mercedes que estiró rápidamente la diferencia.
El piso resbaladizo del Strip y las bajas temperaturas en Las Vegas dieron un golpe de escena. En la séptima vuelta Leclerc perdió rendimiento y fue superado con facilidad por Sainz y Verstappen –que cuatro giros antes había rebasado a Gasly–. Era la primera señal que los neumáticos medios no aguantarían las 14 vueltas que pronosticaba Pirelli. En el informe pre carrera que difundió el lunes pasado, la fábrica de Milán recomendó que no se forzaran las cubiertas –sugerencia que nadie siguió–.
Los boxes empezaron a trabajar antes de tiempo. El cambio de estrategia para los que tenían neumáticos medios complicaron a los tres pilotos que largaron con duros: Sergio Pérez (Red Bull, P15), Valtteri Bottas (Sauber, P19) y Franco Colapinto (Williams, pit line). El mexicano tenía como segunda opción para alcanzar los puntos imponer el potencial del RB20; en cambio, Bottas y Colapinto, dependían de la primera tanda de paradas, en la hipotética ventana entre los giros 14 y 20, para dar el salto en el clasificador y gestionar neumáticos medios a partir de la vuelta 34 hasta el final. La estrategia de Sauber y Williams terminó en la basura.
Verstappen fue el beneficiado con la inesperada caída de los neumáticos medios. El desorden en los ingresos a pits lo aprovechó con un overcut a Sainz para capturar virtualmente el segundo lugar.
Mientras el líder del campeonato ambicionaba un podio, Norris se retrasaba con el McLaren. El papaya no tenía el ritmo de otras carreras y estaba anclado entre P5 y P6. Es concido que el punto débil del MCL38 es rodar con aire sucio –relentizado por el tanque de combustible lleno o a media capacidad–, pero en Las Vegas no avanzaba aun con margen de aire limpio en tierra de nadie.
Con Norris en problemas, Verstappen solo necesitaba una buena segunda parada para mantenerse por delante de él. Si bien podía ser campeón llegando detrás y que no le descontara más de tres puntos, se enfocó en cruzar la meta antes que el británico.
La nueva tanda de boxes tampoco escapó a las emociones. A pesar de una detención de 3.4 segundos, Verstappen se aseguró la ventana para estar por delante de Norris cuando tocara su turno. Además, contó con la ayuda de las Ferrari que también adelantaron al papaya.
Los de Maranello tuvieron una carrera a parte. Cuando Sainz notó que sus neumáticos duros se caían pidió desesperadamente hacer la segunda parada. El box insitió que continuara alegando que podría perder posiciones. Con Hamilton pisándole los talones y el ok del equipo para ingresar, abortó la entrada y continuó una vuelta más. Se creía que fue un engaño para que entrara Hamilton –cosa que hizo– y lanzarle un overcut; luego se descubrió que los mecánicos de Ferrari aun no estaban listos, obligando al madrileño a seguir un giro más en pista.
Y si faltaba más enredos en el Cavallino, tres vueltas más tarde Sainz superaría a Leclerc cuando éste salía del box. El muro pidió a Carlos que no presionara a su compañero. Entre líneas se leyó como una orden para mantener posiciones, pero igual lo rebasó desatando la ira del monegasco.
Con una batalla de egos declarada, los de Maranello fueron por Verstappen que estaba en tercera posición. A falta de nueve para la bandera a cuadros, el español sorprendió al holandés tirándose por el interno de la díficil curva 14. Leclerc haría lo mismo cuatro vueltas después. Verstappen no se resistió. Su actitud pasiva demostraba que su carrera era con Norris y la ganaba por 13 segundos.
Las cartas estaban echadas. El podio fue para George Russell que cruzó la meta seguido por Lewis Hamilton. El tercer puesto de Carlos Sainz, más allá de la polémica con Leclerc, tuvo gusto a revancha. Se desquitó de Las Vegas por el insólito accidente del año pasado con una tapa de alcantarilla mal sellada. Más atrás, en quinto lugar, Max Verstappen escribía una nueva página en la historia de la Fórmula Uno.
A nadie sorprendió la consagración del holandés, era esperado el título. El pálpito no comenzó con la victoria en Brasil, fue mucho antes. Se originó luego del Gran Premio de España. A partir de Austria, con la caída de rendimiento del RB20, siguió una estrategia de reducción de daños que tuvo aciertos y errores; pero siempre terminaba con una diferencia de puntos que Norris y McLaren no podían descontar. La brecha promedio, en las nueve rondas entre Austria y Austin, se mantuvo entre los 51 y 60 puntos. Recién en México el británico pudo quebrar la barrera de los 50 al reducir la distacia a 47; y con la Sprint de Brasil se registró la menor diferencia entre ellos: 44, un margen que solo duró 24 horas.
Verstappen y Red Bull controlaron inteligentemente la tabla de posiciones. Trasladaron la presión a Woking que no encontró la forma para dar vuelta el campeonato. Lando Norris y Andrea Stella –el director de equipo de McLaren– cometieron equivocaciones que tuvieron un alto costo: primero, Lando nunca fue agresivo para enfrentar a Max; segundo, perdió ocho salidas de pole sobre nueve –la única que ganó fue en la victoria de Singapur–; tercero, Stella decidió tardíamente volcar el equipo a favor del británico; y cuarto, el muro equivocó la estrategia en varias carreras. Además, los otros dos rivales, Ferrari y Mercedes, le arrebataron puntos y victorias.
Los desaciertos de McLaren le allanaron el camino a Max Verstappen para retener el título. Y lo facinante es que lo hizo con un coche más lento que el papaya. Lo que agiganta más la leyenda del cuatro veces campeón.