Alfonso De Portago: Un piloto de altísima clase

Alfonso De Portago: Un piloto de altísima clase

 

El 12 de Mayo de 1957, en la localidad de Guidizzolo Italia, en la culminación de una nueva edición de la tradicional competencia Mile Miglia, perdía la vida  el piloto Español Alfonso de Portago, al perder el control de su Ferrari por motivos que todavía no quedaron claros, la suya será una historia digna de leer, ya que sus condiciones venían de sus muñecas y no de su cuenta bancaria.

 

 

 

“La vida es algo maravilloso y aunque viviera cien años  no tendría tiempo para hacer todo lo que realmente quiero lograr , quiero hacer un montón de cosas, pero no tengo tiempo que perder, el hombre que quiere llegar a ser un verdadero piloto, debe sí o sí tener espíritu aventurero, claro que las carreras son un deporte peligroso, pero recuerden ,si muero mañana, habré vivido 28 maravillosos años”.

 

 

 

Esta premonitoria entrevista, realizada tan solo un día antes de su muerte, nos brindó  la riqueza de un piloto que supo ganarse un lugar  en la historia del deporte motor, a base de condiciones y talento y no solo  por su cuenta bancaria.

 

 

Alfonso Antonio Vicente Eduardo Ángel Blas Francisco de Borja Cabeza de Vaca y Leighton, tal su verdadero nombre, pero afortunadamente para sus allegados o los periodistas gráficos que no tenían que memorizar semejante apelativo, se lo conocía como  Fon de Portago.

Su nacimiento se dio en el seno de una de las familias más tradicionales y de mayor prestigio de España, ya que Alfonso era descendiente de  Nuñez  Cabeza de Vaca,  descubridor de la Florida en el Siglo XVI. Su abuelo,  Vicente Cabeza de Vaca, fue alcalde de Madrid y su Padre, Antonio  fue un héroe de la Guerra civil española, como si fuera poco, su madre era Olga Leighton, una de las mujeres más ricas de Norteamérica.

Como todo joven de la alta sociedad , Fon de Portago, era comúnmente visto en los mejores restaurantes y clubes nocturnos de París, Londres y New York, poseía el tiempo y dinero para dedicar su vida a las relacione sociales.

Una de estas relaciones que cambió su destino, fue la amistad que lo juntó con Luigi Chinetti, ex piloto Italiano quien después de la segunda  Guerra Mundial se radicó en Estados Unidos, allí comenzó a forjar se fama en el ambiente del automovilismo ya que era el importador en América de  los prestigiosos Ferrari, por ende, las celebridades con gran poder adquisitivo que querían sentirse un piloto de carreras visitaban su despacho asiduamente.

 

 

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Sería Chinetti quien llevaría a De Portago a disputar la carrera “ Panamericana” en la edición de 1953,  cuenta la historia, que ese día y luego de haber finalizado la competencia, Alfonso hizo dos promesas, una sería convertirse en campeón del mundo y la otra competir para el prestigioso equipo Italiano, tarea que no sería fácil , teniendo en cuenta que sobre los rojos bólidos de “Maranello” se sentaban talentos que hoy, por el simple hecho de nombrarlos causan escalofríos, Juan Manuel Fangio, Eugenio Castellotti, Luigi Musso, Peter Collins, y  Mike Hawthorn, una “Pléyade” de jóvenes talentos bautizados en el  ambiente de la máxima categoría cómo “El equipo primavera”.

Su comienzo en la Fórmula 1, fue gracias a su dinero, ya que su solvencia económica le permitía pagar de su bolsillo sus propios monoplazas, no obstante, era un piloto dotado de grandes cualidades técnicas, sobre todo para rodar en pelotones, al punto de ser un piloto inquebrantable, aunque un poco propenso a cometer errores:

 

 

“Debemos arriesgarnos más allá de la cuenta si queremos llamar la atención a los equipos oficiales, si escapo de las garras de la muerte los dos primeros años, la mitad del trabajo está hecho”.

 

 

Se lo escuchaba decir en más de una oportunidad, y también sabía que no tendría posibilidades de ser campeón mundial de Fórmula 1 corriendo de manera particular en la categoría:

 

 

“No se puede ser campeón mundial de Fórmula 1 de manera amateur. Hay que entrenarse continuamente y tener un equipo propio de mecánicos”.

 

 

Por ende, era común que entre la correspondencia del “Commendattore” se filtre en más de una oportunidad  una carta enviada por el Marqués” con el fin de ofrecer sus servicios como piloto buscando un lugar en el equipo oficial de F1.

Lo que De Portago ignoraba, es que Enzo Ferrari era un hombre curtido en mil batallas en las trincheras de los GP y lejos de conmoverse o evaluar la posibilidad de incorporarlo a su equipo. Respondía  al joven con una foto de algún accidente suyo en algún GP o haciendo un increíble trompo, con esas indirectas, bastaba para calmar un poco el ímpetu avasallador del Español.

El sueño hecho realidad para Alfonso, fue cuando por fin la espera se terminó, Luigi Musso no podría tomar parte del  GP  de Francia de 1956 víctima de una lesión en los entrenamientos y Ferrari pensó en “Fon”.

El excelso piloto Italiano , que quizás más ocupado en disimular su adicción al juego, que prácticamente lo estaba llevando a la banca rota que en ocuparse de su rol de piloto, que tan bien  sabía hacer, cometió un error de concentración en uno de los rápidos curvones de la pista francesa  de Reims, el resultado fue un violento fuera de pista y un dolor insoportable en su muñeca derecha  que le impidió formar parte de la salida de ese GP y del siguiente, disputado en el legendario Silverstone.

El debut no pudo realizarse de mejor manera,  Alfonso venía marchando en la cuarta posición hasta que el varillaje de la caja de cambios dijo basta dejando las ilusiones del Marqués al costado de la pisa.

Su revancha y vaya si la tendría, fue en el siguiente GP,  ni más ni menos que en una de las catedrales de la velocidad, Silverstone, allí, donde la valentía y el coraje suplía el apoyo aerodinámico, De Portago consiguió el que sería  durante 47 años, el mejor resultado  de un piloto español  en la Fórmula 1, el segundo puesto compartido con el Inglés Peter Collins .

Antes que James Dean inmortalice la eterna imagen de rebelde en la “Icónica” Rebelde Sin Causa, Alfonso de Portago vestía su inconfundible campera de cuero raída,   acompañada por su barba y pelos excesivamente largos para la época. Así y todo, esa imagen y el inconfundible tono  de voz noble y caballeresco, encontraba en el interlocutor una cierta cuota de comodidad , digna de esas personas que atraen más por sus experiencias de vida que por sus bienes materiales.

Las mujeres se sentían atraídas por él y los pilotos comenzaban a respetarlo cada vez que sus espejos retrovisores, enfocaban  su díscola mirada.

La seguidilla de éxitos seguirían de la mano de las carreras de larga duración, los terceros puestos obtenidos en los 1000KM de Buenos Aires y el GP de Cuba, sumado al triunfo conquistado en la Cupe de Vitesse , lo posicionaban como un piloto temido y respetado para llevarse el triunfo en las  míticas Mille Miglia, competencia que De Portago no solo respetaba y mucho, sino hasta cierto punto temía.

Las Mille Miglia era una competencia que se disputaba desde el año 1927, se recorría prácticamente toda Italia en carreteras convencionales sin casi ninguna norma de seguridad ni para los pilotos ni para el público.

Era tanta la   preocupación de fon por disputar tan prestigiosa competencia que en un momento le escribió a su amigo Edmun Nelson:

 

 

“En Ferrari me fuerzan a correr la Mille Miglia, primero me dijeron que tenía que hacerlo con un Gran Turismo pero después de mi primera vuelta de entrenamiento me dijeron que tenía que hacerlo con el 3800 sport , doy una vuelta más, me adapto al auto y cuando llego a mi Hotel, tengo un telegrama de Enzo ferrari obligándome a correr la competencia con los nuevos Sport de 4000 cc, que mierda, no me gusta nada, pero pienso ir en plan Turismo, ni siquiera Gran Turismo, voy a ir dispuesto a terminar la competencia y nada más”.

 

 

Otro de los confidentes de esas tardes donde la paz lejos de reinar en su interior recorría una y otra vez las calles de Italia, fue el piloto Argentino Roberto Mieres, “Bitito” recibió su carta un día después de la desaparición del Marques en cuyas líneas atestiguaban la intranquilidad del piloto Español, a punto de asegurarle:

 

 

“Estoy un poco preocupado por el riesgo de las carreras, gane el título de campeón mundial o no, pienso retirarme a los 35 años, tengo un montón de cosas por vivir todavía y ochenta años de vida no cubrirían las dos terceras partes de todo lo que quiero hacer”.

 

 

El poblado de piedras grises de Guidizzolo es atravesado por un camino que como una lanza marca la ruta a seguir, la población entera  estuvo pendiente de la competencia cuando al irrumpir el alba  los motores comenzaron a rugir violentamente como si en cada acelerada despiadada de sus motores, los Dioses  quisieran espantar el destino macabro que comenzaba a arraigarse en el lugar, transcurría el 12 de mayo de 1957.

El atardecer comienza a acariciar el rostro de los ciudadanos sentados a la vera del camino, un muchachito de esos que la edad no le permite vestir pantalones largos es el primero que divisa un auto rojo que se agranda por momentos, la gente se agrupa a ambos lados del camino para dejar un pasillo por el cual pasará rugiendo a más de 240 km/h el Ferrari con el dorsal 531.

De repente y sin previo aviso el auto comienza a zigzaguear, con la cola golpea la parte derecha del camino mientras las manos virtuosas de su piloto busca la corrección de la maquina casi con desesperación,  esas manos que han seducido a las más hermosas mujeres tanto de Paris como de New York se aferran al volante como aferrándose a la vida que en escasos segundos se escurriría de sus manos.

La bestia, totalmente descontrolada pegará otro coletazo hacia el lado contrario de la primera vez, así y todo su piloto apretando los dientes con furia no quitará el pie del acelerador, su instinto así se lo ordena, buscará en todo momento y casi suplicándole a Dios que las ruedas de la tracción se agarren al asfalto nuevamente y de una buena vez por todas, que se afirmen para culminar esa aventura que empezaron juntos 1600 Km atras.

 

 

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En ese momento y con violencia, el Ferrari arremete contra el público situado a su izquierda, girará violentamente hacia el otro lado para como una guillotina sesgar la otra multitud, la quietud de ese pequeño poblado de 3.800 Habitantes  se quiebra con un grito desgarrador de muerte y tristeza, la Ferrari como avergonzada del acto de despotismo que acaba de cometer se oculta en la zanja para no mostrar los cuerpos ya sin vida de Alfonso de Portago, Aristócrata Español de 28 años de edad y su amigo, el Periodista Norteamericano Edmun Nelson de 42 años.

¿Qué fue lo que sucedió?.

Hay versiones que dicen que De Portago hizo oídos sordos a los reclamos de sus mecánicos para cambiar los neumáticos en el último reabastecimiento, las Ferraris al ser autos más pesados que sus inmediatos perseguidores, sufrían demasiado el desgaste excesivo de los neumáticos. Inclusive, se dice que los otros competidores de Ferrari, se habían retrasado por que sus cubiertas no resistían los tramos finales de la competencia.

Se dice también, que en el equipo habían notado el brazo de la dirección torcido, lo que hacía que la rueda toque la carrocería desgastando aun más la cubierta, El mecánico acercó un juego de neumáticos Englebert nuevos y Alfonso los rechazó a toda velocidad, alegando que no tenían tiempo, no sin antes besar una y otra vez a su novia, Linda Christian en cuyo vientre, yacía el fruto del amor entre ambos, marchaba en la tercera posición detrás de Olivier Gendebien y Piero Taruffi, quienes con sus autos de 3.000cc eran fácilmente alcanzables para el Marqués, la victoria estaba al alcance de su mano y con ello la continuidad en el equipo oficial de F1.

Al llegar a Guidizzolo, el Ferrari a más de 240 KM /H reventó un neumático aparentemente por uno de los motivos citados anteriormente o también se dice que pisó un piedra de gran tamaño que desintegró su cubierta delantera, lo cierto es que el auto, ingobernable, después de dar varios coletazos de un lado a otro de la carretera, aterrizó en una cuneta repleta de agua.

El saldo fue lamentable, De Portago, Edmun Nelson y 10 espectadores perdieron la vida, la fama del Marques era tan grande y su muerte tuvo tanta repercusión, que el Gobierno Italiano tomó la decisión de cancelar definitivamente la carrera de carretera más importante del mundo, nunca más se realizaron las míticas Mille Miglia.

Mirando hacia atrás, es casi obvio que el fin de Alfonso aconteciera de esa manera, pero mientras vivió , su imagen irrumpió en el inconsciente  colectivo de todos los seres humanos que alguna vez se toparon con él, con su aspecto desalineado  y el eterno cigarrillo apenas sostenidos por la comisura de los labios, lo suyo eras más un acto de soberbia que un personaje ensayado, era la personificación del Rebelde, esos hombres que tienen la valentía de jugar los dados de su vida tal como le vaya en gana.

Alfonso era  uno de esos personajes  que cuando uno lo conoce, tiene la sensación de haberse topado con un ser humano excepcional, esos que son bendecidos por la magia de los Dioses, esos hombres que viven su vida sin tenerle miedo a las consecuencias y si personalidades como la del Marqués no se atreven a vivir una vida así…¿Quién de nosotros podría hacerlo?.

El velatorio del Aristócrata piloto Español se llevó a cabo  en el Panteón Familiar de Madrid, allí en el féretro de Alfonso, su último amor, Linda Christian,  con manos temblorosas por  un dolor inquebrantable, dejó una carta que el Marqués le había escrito un día antes del inicio de las Mille Miglia:

 

 

“Como ya sabes amor, la verdad es que no quería correr las Mil Millas, pero Ferrari me obligó a hacerlo, esto significa que tal vez y ojalá que me equivoque, pero tal vez, el próximo domingo vaya a una muerte temprana, No me gustan las Mil Millas, por mucho que uno practique y memorice el trazado es casi imposible recordar cada una de las curvas del recorrido, y un mínimo error del piloto puede matar cincuenta personas, no se puede evitar que los espectadores se amontonen en las rutas, no se podría hacerlo ni con un ejército…yo a esta competencia no la hubiese querido correr nunca.

 

 

Quizás, o sin quizás, de no haber competido en la prestigiosa competencia, el Marqués estaría hoy invitado en esos miles de programas que hablan sobre la historia del automovilismo y aquellos Gladiadores que se atrevieron a escribirla, y hasta me atrevo a decir que quizás, jamás se hubiese perdonado  que culpa de  un mal presentimiento  no haya  disputado una competencia automovilística, quizás, o sin quizás, a esas alturas de su vida, lo único que lo mantenía vivo era esa droga que genera la adrenalina de la velocidad, como él mismo lo explico en su última entrevista:

 

 

“Llega un momento en que el dinero te aburre, y ni siquiera las mujeres te sacian ya. En ese momento descubres una droga que se convierte en todo para ti, esa droga se llama riesgo”.

 

 

Quizás, Alfonso de Portago era un adicto irreversible.